Vivimos en un mundo polarizado, no es ningún descubrimiento. Si yo digo A y tú eres de B, «lógicamente» estaremos enfrentados. Buscaremos argumentos y personas que nos reafirmen y separen, porque hablamos un idioma distinto.

Ante esa realidad, me resuena el que el Padre Adolfo Nicolás sj defendiera que en las fronteras se hablan tres idiomas: el de un lado, el del otro y el del medio. Y por ello, invitaba a los jesuitas y a sus colaboradores a aprender precisamente aquel idioma que es puente, y que es tan sumamente complicado, puesto que puede ser siempre malinterpretado y utilizado.

Como digo, se trata de algo que no es nada sencillo. Puesto que todos tenemos o bien conocidos en un lado u otro de la frontera, o bien afinidades con uno de los territorios limítrofes. Cosa que puede impedirnos ser del todo libres, o ser una de las trampas que el miedo utilice para paralizarnos o hacernos dar un paso atrás.

Pero, lo cierto es que todos sabemos que este mundo necesita de gente de frontera que hable el idioma de la reconciliación y de la unión. En definitiva, personas que quieran aprender y practicar aquella lengua en la que habló y vivió Jesús, y en la que nos invita a adentrarnos en su Evangelio.

Se trata de una apuesta arriesgada, difícil, que provoca heridas, sufrimiento y que puede dejarnos cicatrices. Pero, es en definitiva el modo de ser del todo humanos, puesto que es el único que nos recuerda que somos hermanos.

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