Una de las noticias más impactantes de esta semana ha sido que un matrimonio aragonés ha entregado a su hija a los servicios sociales porque era mayor de lo que ellos creían o les habían hecho creer al adoptarla. Casos como este, pero también el de las familias de Ucrania, las nuevas técnicas de reproducción asistida o los casos de famosos que han sido padres a una edad bastante madura hablan de nuevos modos de entender la paternidad que se escapan de nuestros patrones tradiciones. La cultura, la ley y los nuevas técnicas abren nuevas formas de paternidad y maternidad, pero en ningún caso logran dar respuesta a qué es ser padre o madre, y cómo se quiere vivir en el siglo XXI.

Es muy difícil entrar en la conciencia y en el caso concreto de cada persona que toma decisiones en temas tan trascendentales. Pero a veces parece que hay gente para quien la paternidad –que nunca es fácil– se convierte en una experiencia más que se elige y se diseña un poco a la carta, como quien monta en globo, da la vuelta al mundo o se va de erasmus. Una meta más en un carrusel de emociones y de retos por vivir. Y en algunos casos se convierte en un juguete que cansa más de lo normal –conviene no olvidar la guerra que dimos a nuestra familia–. En ocasiones, olvidando que se trata de algo que trasciende la propia existencia de cada uno. Creo que ser padres no se puede entender solo como algo legal, aunque sea algo aparentemente asequible y necesario socialmente, al menos este sería un enfoque muy pobre para algo tan grande y valioso. Tiene que ver con dar plenitud a la vida y no puede reducirse a un capricho o a una línea más del currículum particular.

Ser buen padre no depende de que tu hijo sea biológico o adoptado. No se mide por la magnitud de la herencia o por la belleza de los genes que logras transmitir, tampoco por el entorno cómodo que les puedas dar o por llevarles a un buen colegio, se mide más por la entrega con la que acojas este don –más allá de las dificultades– y por el modo de amar que les muestres cada día. Es la necesidad de querer que la vida fluya más allá de tus genes y que busca pensar más en el otro que en uno mismo. La paternidad no es un antojo ni una experiencia más, es el producto del amor encarnado que busca darse hasta el final.

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