
Lo que dejamos de hacer
«El que haya oído y no haya puesto en práctica es similar a aquel hombre que edificó su casa sobre arena» (Lc 6)
Tal vez en muchos casos no es tanto el acento en el tipo de vida que llevamos. Es fácil encontrarse con gente que, con honestidad te dice que no siente que haga cosas muy malas… y puede ser que sea así. Pero es importante pensar no sólo en lo que hacemos, sino en lo que dejamos sin hacer. Si, por miedo o por indiferencia, desaprovechamos la vida. Si, por comodidad, no somos capaces de dar aquellos pasos que sentimos que tendríamos que dar. Si, por egoísmo dejamos de tender una mano, decir una palabra que nos pueda implicar, abrazar una situación complicada… entonces tal vez esté ahí nuestro pecado.
Intenta dedicar un poco de tiempo, con calma, a pensar en todas esas cosas (personas), proyectos, para los que nunca pareces encontrar el momento…
Me declaro culpable
Me declaro culpable de
no haber hecho,
con estas manos que me dieron,
una escoba.
¿Por qué no hice una escoba?
¿Por qué me dieron manos?
¿Para qué sirvieron
si sólo vi el rumor del cereal,
si sólo tuve oídos para el viento
y no recogí el hilo
de la escoba,
verde aún en la tierra,
y no puse a secar los tallos tiernos
y no los pude unir
en un haz áureo,
y no junté una caña de madera
a la falda amarilla
hasta dar una escoba
a los caminos?
Así fue:
no sé cómo,
se me pasó la vida
sin aprender, sin ver,
sin recoger y unir
los elementos.
En esta hora no niego
que tuve tiempo,
tiempo,
pero no tuve manos
y así, ¿cómo podía
aspirar con razón a la grandeza,
si nunca fui capaz
de hacer una escoba,
una sola,
una?
Sí, soy culpable
de lo que no dije,
de lo que no sembré, corté, medí,
de no haberme incitado
a poblar tierras,
de haberme mantenido en
los desiertos.
y de mi voz hablando con la arena.
Pablo Neruda