Manos que acaricien

«Un leproso se acercó a Jesús, suplicándole: 'Si quieres, puedes limpiarme'. Extendió su mano, le tocó y le dijo: 'Quiero; queda limpio'». (Mc 2, 40-41)

 

¡Qué importante es decir 'te quiero' con gestos, y no sólo con palabras! Qué importante es tocar la realidad, expresar la ternura. Qué elocuente es apretar el hombro del amigo, rozar con delicadeza el semblante de quien se siente abrumado. Qué delicado es enjugar una lágrima ajena. Qué expresivo el aplauso cuando es sincero, el saludo que anticipa un encuentro ya esperado, el beso lanzado a distancia, en el aire, a quien se quiere... Qué necesaria la mano familiar en la frente del enfermo, o la mano firme y suave a un tiempo  que trata la herida.

¿Qué o a quién acaricio yo?

Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
no me dejes caer. Te necesito:
acepta este milagro.
Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado, de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o la mirada.
Tenemos que aprender a ser felices,
a no extrañarnos
de tener algo nuestro.
Tenemos que aprender a no temernos
y a no asustarnos
y a estar seguros.
Y a no causarnos daño.

 

Julia Prilutzky Farny

PastoralSJ
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