En espíritu y verdad
«Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad» (Jn 4, 24)
El Espíritu de Dios, si dejamos que nos toque, nos ayuda a zambullirnos en nuestro mundo con los ojos abiertos, con los oídos atentos, con el corazón dispuesto para asomarnos a la verdad profunda. No a la verdad racional (que también). No a la verdad pragmática (que también). No a la verdad sensata (que también). Ante todo a la verdad profunda que nos dice que hemos sido creados para una Vida plena, y para contribuir a que cada ser humano participe de dicha Vida. La verdad honda que nos dice que, en lo profundo de nosotros no solo late un corazón, sino también un Dios que inspira en cada persona una forma de ser humano que, si le dejáramos, haría de este mundo un lugar fascinante. La verdad auténtica: somos hijos, hermanos, y estamos llamados a vivir como tales.
¿Qué verdad me dice a mí el evangelio? Sobre mi vida, sobre mis gentes, sobre el mundo en el que vivo…
¿Dónde estás?
¿Que dónde estoy, me preguntas?
A tu lado estoy, amigo, en la noche de la espera,
en el alba de la vida, en el viento de la sierra,
en la tarde despoblada, en el sueño que no sueña,
en el hambre desgarrada y en el pan para la mesa;
en el hombre que me busca y en aquel que se me aleja,
en el canto del hogar y en el llanto de la guerra,
en el gozo compartido y en la larga amarga pena.
En el silencio sellado y en el grito de protesta.
En la cruz de cada día y en la muerte que se acerca.
En la luz de la otra orilla, y en mi amor como respuesta.
¿Que dónde estoy, me preguntas?
A tu lado estoy, amigo; vivo y camino en la tierra,
peregrino hacia Emaús para sentarme a tu mesa,
al partir de nuevo el pan descubrirás mi presencia.
Estoy aquí con vosotros, con el alma en flor despierta,
en esta Pascua de amor galopando por las venas
de vuestra sangre empapada de un Dios que vive y que sueña.
¿Que dónde estoy, me preguntas?
A tu lado estoy, amigo; desnúdate a la sorpresa,
abre los ojos y mira hacia dentro y hacia fuera
que en el lagar del dolor tengo mis gozos y penas
y en la noria del amor, yo tu Dios, llamo a tu puerta.
¿Que dónde estoy, me preguntas?
En tu vida, es la respuesta.
(Antonio Bellido Almeida)