Las penitencias cuaresmales son algo común y poco entendible. Tan recomendadas y fomentadas, pero tan en desuso y tan desahuciadas. ¿No? La invitación de Jesús en este tiempo litúrgico es ¡conviértete y cree en el Evangelio! Sin duda, para convertirte, la penitencia es un recurso. Lejos de crear distracciones a los fieles, lo que es pecado en nosotros y nos separa del amor de Dios, que es daño (en forma de pensamientos, acciones, palabra y omisión) nos duela. Tiene todo el sentido. Aquello que no afecta a tu corazón, no moviliza. A esto apunta la penitencia: hacernos conscientes de aquello que daña nuestra vida cristiana. Solo así, desde el afecto profundo, podemos arrepentirnos y generar un sentimiento reparador. Coloquialmente lo expresamos: “este trabajo es una penitencia”; “este hombre, ¡menuda penitencia!”. Nos hacemos conscientes de que hay situaciones -y personas- que nos roban paz y consuelo. A lo largo de la Cuaresma, estamos llamados a realizar acciones -dentro y fuera- que nos lleven a darnos cuenta de que podemos reconducir nuestra vida más hacía Jesús y su Buena Noticia.

Seamos normales. Las penitencias no va de ponerse piedras en los zapatos ni de dormir en el suelo durante una temporada. Ayuda a que nuestro cuerpo se entere de la realidad que sufrimos por dentro. A veces dentro vivimos algo, pero por fuera es como un escaparate perfectamente montado, al puro estilo Dolce & Gabbana. La penitencia apunta a realizar pequeñas acciones internas y externas para darle un significado a la conversión auténtica. Lo escucharemos en la Cuaresma en voz del profeta Ezequiel: «quitaré el corazón de piedra y le daré un corazón de carne». ¿Y cómo hacemos eso? ¿Cómo podemos colaborar con la Gracia de Dios en ese proceso de conversión? Sin duda, la penitencia ayuda. Con normalidad podamos quitarnos algo, reducir conductas, limitar el uso de… para que nuestro yo más interior se entere de lo que podamos hacer por el Señor, por Él ofrecer los gestos significativos de nuestra vida, más allá de la carne, el pescado y el castigo al cuerpo.

En este tiempo de Cuaresma, vivamos con profundidad algunos rasgos penitenciales, que nos ayuden a tener una disposición de humildad del corazón, para llegar a vivir con profundidad nuestro compromiso cristiano.

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