Lamet ya nos ha acercado a numerosos referentes de la historia de la Iglesia y de la Compañía de Jesús. Su condición de novela no le aleja nada de la precisión histórica y de un vasto conocimiento de las fuentes, mostrando así un brillante trabajo de investigación y mucha documentación. Con su particular estilo, entreteje dos historias que hacen de su lectura un auténtico placer. Y en este caso, nos muestra la fascinante vida de Huidobro, alejada de las trasnochadas tendencias ideológicas y en favor de un hombre apasionado por el evangelio y por la reconciliación. Una lectura necesaria para conocer la Iglesia en aquellos fatídicos años y a un jesuita que después de muchos años después de su muerte nos puede inspirar.
«Fundadamente creemos que la guerra será larga; y yo pienso ser conforme a nuestra tradición y espíritu de la Compañía de Jesús el irme a España; no para coger el fusil, sino para ejercitar nuestros peculiares ministerios: oír confesiones de los soldados que salen a combatir; consolar y esforzar los ánimos; servir a los heridos en los hospitales o en los campos de batalla; recoger a los niños que tal vez se hayan quedado abandonados; mover las gentes, tras la victoria, a la misericordia y caridad cristiana. Me mueve a pedir esto, el considerar que nuestra Compañía se mostró siempre de las primeras en acudir a tales peligros de guerra, peste y hambres. Los jesuitas que están en España se mostrarán indudablemente dignos de nuestros mayores, pero no faltará trabajo para los demás que acudamos. Y mostraremos a la vez nuestro amor al pueblo, si desde el destierro, en que nos encontramos, volvemos a la Patria cuando arrecia el peligro. Por lo que, a mí toca, preferiría ser enviado allí donde los comunistas todavía dominan, –a Madrid, por ejemplo, o a Santander, mi región– y trabajar porque las almas se conviertan; si no abiertamente como sacerdote, al menos en la Cruz Roja, con obras de caridad, y aun ofreciendo mi sangre por los heridos.»