Sorprende y cautiva encontrar una mujer que, en medio de una situación terrible y trágica es capaz de expresar líneas de profunda esperanza, una fe inquebrantable en el espíritu humano y un deseo profundo y apasionado de seguir descubriendo las posibilidades de un mundo mejor.
“Lo que quiero decir es que si la miseria es grande y aun así me ocurre a menudo por las noches, cuando el día se va apagando dentro de mí, hondamente, que camino con ágiles zancadas a lo largo de la alambrada y siento subir de mi corazón una fascinación – no lo puedo evitar , proviene de una fuerza elemental – : Esta vida es maravillosa, grande, tenemos que construir un mundo nuevo después de la guerra. Y a cada infamia, a cada crueldad, hay que oponerle una buena dosis de amor y buena fe que primero habremos de hallar dentro de nosotros mismos. Tenemos derecho a sufrir, pero no a sucumbir al sufrimiento. Y si sobrevivimos a esta época, ilesos de cuerpo y alma, de alma sobre todo, sin resentimientos, sin amarguras, entonces ganaremos el derecho a tener voz cuando pase la guerra. Tal vez soy una mujer demasiado ambiciosa: me gustaría tener una palabra que enunciar”.
Probablemente os cautivará esta figura por su fuerza, su honestidad, su optimismo lúcido y realista. Que disfrutéis de la lectura.