Se ha puesto definitivamente de moda hablar de “la gente” y, sobre todo, en nombre de “la gente”. Hoy en el telediario, en tres minutos, un político del partido gobernante dijo que ellos están haciendo cosas para “la gente”. Un candidato a candidato del hasta ahora principal partido de la oposición dijo que “la gente quiere…” lo mismo que él quiere (ya es casualidad). Y los dos paladines del gallinero en que se ha convertido Podemos dijeron que lo suyo -lo de cada uno de ellos- es todo «por la gente”. Trump, hace unos días, decía que con él vuelve el poder a “the people” (o sea, la gente). Con tanta coincidencia, estoy yo un poco escamado, y pienso que seguro que en ocasiones también yo mismo hablo, predico o generalizo sobre la gente. Pero si de algo me convence esta convergencia de generalizaciones es que muchísimas veces, cuando uno dice “la gente”, debería ser mucho más humilde y decir “los que piensan como yo”, porque es de lo que en realidad está hablando. De otro modo se entra en la triste dinámica de que los míos son la gente y los otros accidentes. La realidad es que hay gente de Podemos, y gente del PP, y de todo el abanico intermedio. Hay gente que apoya a Trump y otra gente a Hillary, y a Bernie Sanders, y a quien sea. Hay gente creyente, y hasta católica. Y gente agnóstica, y gente no creyente. Hay gente tóxica. Y gente muy maja. Hay gente que ve documentales en la 2, y otros ven documentales en Tele 5. Vamos, que hay gente para todo…
Y ojo, esto no significa que cualquier causa, mientras alguien la apoye, tenga igual validez que otras. Lo que significa es que hay que estar un poco más dispuestos a aceptar otros puntos de vista, otras miradas, porque las personas no somos un rebaño de gente, sino una suma de individuos valiosos, únicos, plurales, complejos, y distintos. Y que quien quiera hablar en nuestro nombre, tendría que escuchar mucho –para luego llegar a la conclusión de que siempre es bueno matizar-. Seguro que hay gente que me da la razón (y otros no)
(José María R. Olaizola sj)