Es un problema de ceguera, sí, de no querer ver. Ahora es la sentencia del procés, mañana será otra noticia de distinto calado pero siempre la misma cantinela. Combustible inagotable. Siempre entre polémica, como si toda nuestra vida dependiera de unas decisiones que nos acercan al abismo del todo o nada, el paraíso o el infierno. Me uno a la lista interminable de ciudadanos cansados de políticos de uno y otro lugar, y de uno y otro color que hacen de la política un bochornoso espectáculo y de los problemas de la mayoría de las personas un asunto menor. Y así llevamos ya mucho tiempo.

¿Qué pasa cuándo cualquier comentario, decisión o gesto lleva siempre a lo mismo? ¿Los “malos” son siempre los otros? ¿A quién le sorprende las reacciones? Vivimos en el mundo de la ceguera que lleva siempre a lo mismo, la reafirmación. La certeza de que poseemos la verdad y que los malos son siempre los demás, egoístas y violentos. Todo lleva a una conclusión, los que van en mi bando siempre tienen razón, y de paso vamos manejando -por no decir manipulando- a las masas.

Pero debajo de las banderas parece que solo hay lugar para las amenazas: la de la ley, la de la fuerza de pueblo, la de la cárcel, la de la movilización masiva y por supuesto pacífica… En el fondo la ceguera de una frustración estéril. Y es que entre todas las frases y proclamas de un lado y otro pocos se hacen la pregunta seria de por qué hemos llegado a esta situación, quién gana y quién pierde en este juego, qué se pretende ocultar o por qué resulta más fácil incitar a la confrontación que a la reflexión serena.

En los tiempos convulsos, de gritos y pancartas, los que deben marcar el camino no son los que más ruido hacen, sino aquellas personas que con su vida ponen en práctica aquello en lo que creen de forma humilde y honesta. En este mundo de ceguera y autoafirmación, sigue haciendo falta gente que sepa callar antes de hablar, escuchar antes de señalar con el dedo y de hacer autocrítica y no vivir de la autoafirmación crónica. Porque es imposible construir nada sobre un terremoto constante, y en función de cómo actuemos hoy, así construiremos el mañana.

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