Quizás, esta reflexión solo tenga sentido para aquellos que vivimos la experiencia del camino, sea cual sea. O quizás lo tenga para alguien más ¿Quién sabe? En el fondo, las personas ven en las historias, justamente, lo que andan buscando. Pero peregrinos somos todos.
En “El temor de un hombre sabio”, Patrick Rothfuss escribió que, “si quieres saber quién eres, camina hasta que no haya nadie que sepa tu nombre. Caminar nos pone en nuestro sitio, nos enseña más que ningún maestro”
Quizás sea fruto del cansancio, la austeridad o las incomodidades, pero esas son las experiencias que permiten conocernos, conectar con la esencia de uno mismo y con la del prójimo. Y, en esas circunstancias, algo nace. No es una iluminación, no. Es algo similar a aquellos momentos de lucidez que Robert De Niro protagonizó en la maravillosa “Despertares”: Momentáneo. Escurridizo, sutil. Como esa pompa de jabón que persigues y se desintegra en el momento que la alcanzas…
Afirmar que los peregrinos encontraron esa promesa que Dios tenía para ellos sería, cuanto menos, osado. Pero Dios estuvo allí. En cada paso siguiendo las huellas de San Ignacio, de Santiago, o del propio Jesús. En cada bocanada de aire para coger fuerza.
Dios estuvo en cada risa, en cada sonrisa. Fue abrazo bajo la lluvia. Camino en soledad y camino en compañía. Fue el imán que acercó aquellas manos que acababan entrelazadas buscando consolación. Confianza mutua. Agradecimiento.
Dios fue confidente de cada miedo compartido, de cada sueño desvelado. Estuvo en cada anhelo y en cada mirada. En cada lágrima compartida. Cada herida componía una historia y cada historia, una nueva oportunidad de acercarnos a Dios. De proyectar juntos. De vivir por amor.
Porque Dios es todo, Dios es el camino. Y cada paso, nos lo hacía más presente. Una peregrinación que nos enseñó que hay música en todas partes y que solo hay que entrenar el oído para poder escuchar sus verdaderos matices.
Gracias, de corazón, a todos nuestros jóvenes valientes por mostrarnos a Dios en cada paso dado y en cada obstáculo superado. Y si en este pequeño cuento han encontrado algo que anduvieran buscando, ya saben, vayan a la frontera del caminar. Dios nos espera. A todos.