El Camino, experiencia de libertad.
Hacer el Camino, sólo o con un pequeño grupo de amigos, supone ponerse a tiro de la experiencia del gozo de la libertad.
Tu objetivo, llegar a la meta marcada cada día; eso se convierte en tu única preocupación y el motivo de tu concentración; además tendrás que beber agua, almorzar, comer y buscar un buen sitio donde dormir: el albergue, lugar donde ducharse, dormir la siesta, lavar la ropa y esperar…. a la siguiente etapa.
Empiezas a estar lejos de todo lo que te ocupa normalmente, de esos compromisos que se encadenan en tu agenda dejando sólo sitio para ir de uno a otro y que acaban también encadenando tu vida. Según avanza la primera etapa y tu vista se abre a paisajes novedosos, bonitos, naturales, empiezas a ir olvidando el ajetreo de tu vida; se te empiezan a caer las cadenas, las de la agenda y las propias que te hacen ir de fantasma la mitad del tiempo de tu vida ordinaria (el tiempo justo que no vas de pringao), y según suenan en el suelo te ves capaz de recuperar el humor fresco, la capacidad de diálogo tranquilo, la alegría relajada.
Contaba un peregrino que lo bueno del Camino es que no sabes con quien hablas y además tampoco te importa. Puedes ir al lado de un empresario, de un cura, de un estudiante, de un gay, de un alto funcionario; todos son compañeros de Camino, a todos el camino les tutea como a ti; a todos el camino les libera, les alegra, les profundiza. ( a todos les quita las cadenas?). Por la parte que te toca empiezas a ser sólo persona y los demás son también sólo persona; no persona-jefe, persona-adolescente, persona-hijo de Fulanito… Nadie que habla contigo sabe tu historia, no tiene prejuicios sobre ti, ni tú sobre los otros; es una oportunidad, que muy pocas veces se da en la vida (no tienes más rol que el de peregrino). Por eso las relaciones humanas del Camino son tan auténticas y libres.
El Camino es austero. Me contaba Crescenciano, un agricultor de Carbonero de Ahusin que hizo el Camino, cómo era capaz de dormir al raso porque le parecía caro lo que le cobraban en una pensión (y no se despertaba hasta que el sol le daba en la cara!). Y no es porque no tuviera dinero (aunque luego le tocaron 180.000euros en la lotería); es parte de la mística del camino. De hecho hablando en lenguaje moderno, en el Camino uno deja poca huella ecológica. Con apenas 2000 calorías caminas 40 Km y con una mochila al hombro, más o menos lo que gasta un coche sólo en arrancar. Desprenderse de cosas materiales, (con 6 kg de mochila, llevas tu casa a cuestas) es también una liberación a la que no estamos acostumbrados. Con mucho menos vive el 80% de la humanidad! (aunque para ellos es la carga que les imponemos los sobreabundantes)
Según avanzan los días te parece imposible que no pase nada porque tú no estés en el mundo ¡tal vez no sea imprescindible! piensas por lo bajo, y una sonrisa de oreja a oreja se dibuja. Las cosas pequeñas son tu ocupación: que al otro no le falte la comida, por qué no llegará el peregrino que salió antes que nosotros, estaremos siguiendo bien la flecha, … ¡anda leche, si hasta me preocupo de los demás! (aunque no de todos, porque si no nos damos prisa esos porreros nos guindan el albergue!)Los “otros” del Camino, aunque desconocidos, son parte de la historia de cada día.