Algunos dicen que Dios está en todas partes. Otros que está con los más vulnerables y olvidados. Y otros directamente dicen que no está. Porque si estuviese, ¿cómo puede permitir que haya realidades tan duras? 

La vida se asemeja a un juego de mesa. Cada uno nacemos con unas cartas dadas. Esos son nuestros dones, nuestras oportunidades y nuestras comodidades. Es aleatorio, no depende de nosotros, no hemos hecho nada para merecernos o no merecernos esas cartas recibidas. 

Hay personas afortunadas que de primeras ya tienen una escalera real es sus manos, y otras que por mucho que estén cogiendo cartas del montón, no tienen ni una simple pareja de doses. Si nos diesen a elegir, todos querríamos ser del primer grupo ¿verdad? 

Y está bien, no es malo querer cosas buenas para nosotros. Lo malo está en olvidar que hay otras muchas personas en fronteras lejanas que se despiertan cada día con el deseo de poder optar a un futuro mejor, y aun así, día tras día siguen luchando y levantando cartas con la esperanza de que les aparezca el comodín

Hace un año tuve la oportunidad de venir a Perú como voluntario VOLPA a un pueblo de la sierra andina a 3.100 metros altitud. Digamos que la mayoría de la gente que vive aquí trabaja muy duro por poder seguir cogiendo cartas del montón. 

Es un lugar sencillo, tranquilo y humilde donde sus habitantes, a pesar de no tener el comodín entre sus manos, saben que no están solos. Dios está con ellos. Viven su fe de manera muy intensa, compartida en comunidad, y basada en el respeto y la ayuda al prójimo. Aquí no nos vale el tópico “son felices con tan poco”. Saben perfectamente que hay gente con mejores oportunidades y que viven en mejores condiciones. Y a pesar de sus limitados recursos, la mayoría son más felices que muchos de nosotros. 

Pero, ¿cómo es posible? Porque ellos tienen algo mucho más potente, cercano y transformador: su fe. 

No sé si será por la altura, que algunos dicen que cuanto más alto más cerca estás de Dios, pero yo sí que creo que Dios está en todas partes. Incluso en la frontera de los Andes. 

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PastoralSJ
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