…no entran moscas, como reza el dicho. Pero es que, además, tampoco saldrían declaraciones tan indignantes como las que cierta famosa presentadora de televisión ha hecho recientemente en un programa: «Este jueves tengo seis reuniones con profesores… y yo digo: vamos a ver, si acaba de empezar el curso, ¿qué me quieres contar? Espérate a hacerle un examen…». Lo peor es el final de su discurso: que la razón verdadera por la que los profesores citaban tanto a los padres era porque «así tenían días libres».
Más allá de la indignación que ha producido entre los docentes estas palabritas tan poco acertadas, hay algo muy triste que se desprende de ellas: la poca idea que todavía tienen muchas personas (entre ellos, muchos padres y madres) acerca de la educación y, en general, del trabajo del profesorado.
Querer que un hijo se eduque en un colegio no es solo que reciba ciertas enseñanzas académicas. Sí, es verdad que se va al cole a aprender, pero no solo conocimientos útiles para la vida, sino también se va para aprender a convivir con los demás. La idea es que ese niño que entra de pequeño salga convertido en una persona formada, pero también en alguien con capacidad para la compasión, la misericordia y el diálogo verdadero; que comprenda que la vida es una cosa de todos y no de uno solo; que sepa vivir con hondura y profundidad; y que aporte a la sociedad la esperanza que añoramos. Y esto no se reduce a una calificación en un examen.
Para todo esto es fundamental la colaboración entre familias y profesorado. Ambos deben ir en la misma línea y para eso están las reuniones: para que ambos colectivos se conozcan y surjan lazos que tengan como finalidad dar una educación completa a cada niño.
Es una pena que todavía hablemos de educación en estos términos. Pocas cosas hay tan importantes como la formación integral de nuestros niños y jóvenes. Son el futuro. Y algunos siguen banalizando acerca de ello. Lo dicho: para algunos comentarios, mejor tener la boca cerrada.