El árbol más famoso de Sevilla ha muerto. Saltó a todos los telediarios en agosto de 2022 cuando el Ayuntamiento trató de talar el ficus delante de la parroquia de San Jacinto con la oposición de ecologistas y conservacionistas. Aquel episodio se convirtió en noticia y aunque se interrumpió la tala, el árbol quedó tan dañado que este verano ha colapsado. 

Ahora lo iban a eliminar, pero una moción municipal de los grupos de izquierda ha conseguido frenar su tala definitiva para darle un año de margen por si llega a remeter. El paralelismo con la higuera maldita del Evangelio de Lucas es asombroso: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”. Así que ahora, el Ayuntamiento se tomará un año antes de hendir definitivamente el hacha en el tronco y acabar con el tocón. 

Buena enseñanza la que emana del consistorio: si mostramos paciencia con un árbol que tanta belleza proyectó en sus días, ¿por qué no aplicamos el mismo temple con las personas a nuestro alrededor a cuya sombra nos cobijamos? ¿Por qué esa precipitación en talar amistades a la primera contrariedad sin darles una segunda oportunidad? ¿No será que nuestra impaciencia -la amistad hay que cultivarla, abonarla, regarla, cavar el pie de malezas- nos lleva a pedirle peras al olmo? O, como en el caso de Sevilla, higos al ficus. 

Te puede interesar

PastoralSJ
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.