Estimado Carlos, permíteme tutearte, que con tus 19 años y pidiendo que te llamen Carlitos, imagino que no sea algo que te disuene. Lo primero, enhorabuena, y adelante. Da gusto ver gente que convierte su afición en pasión y su pasión en vocación y arte. Gente que elige un camino de exigencia (ni puedo imaginar lo que habrán sido tus años de «vida oculta» hasta ahora). Y creo que eso lo hacéis los deportistas de élite. Si además resulta que eres bueno –y tú lo eres– probablemente este sea uno de esos puntos de inflexión que hay en todas las vidas, un momento en el que se definen trayectorias. Esa explosión de tu tenis este año apunta muy alto.
Yo te escribo solo para pedirte que justo ahora no te dejes envolver por los cantos de sirena de quien aplaude y magnifica. Se pueden encontrar ya innumerables titulares sobre «Carlos Alcaraz hace historia» (eso es lo que pasa cuando dejamos de estudiar historia, que la reducimos a presentes impactantes). En prensa, medios y conversaciones, ¿quién no te ha visto (te hemos visto) como el sucesor de Nadal, de Federer, de Djokovic, todos juntos…? Ojalá lo seas. Pero eso hay que construirlo. No te dejes engatusar por las voces de quienes te coronan sin haber ascendido paso a paso. Sé ambicioso, pero no prepotente. Celebra las victorias. No vendas la piel del oso antes de cazarla. Digan lo que digan, yo diría que no te declares favorito, por respeto a tus rivales. Si lo eres, ya lo demostrarás en la pista. Reconoce tus progresos, claro que sí. Esa seguridad te va a ayudar en el deporte. Pero hazlo de modo sencillo. Y aceptando y teniendo muy claro que puede haber reveses en la vida (y esos son más duros que los de la cancha).
Dicho lo cual, enhorabuena. Y no pierdas esa sonrisa con la que disfrutas jugando. Es contagiosa. Suerte en el futuro.