Lo hemos visto estas semanas en la Champions League y lo acabamos de ver con Rafa Nadal en Roland Garros. Otra vez lo mismo: ganar, ganar y ganar. Una frase que no les pertenece, pero que solo unos pocos la ejecutan a la perfección y que nos lleva a creer al resto de mortales que para algunos ese verbo es fácil y normal y se convierte así casi en una costumbre primaveral, como la alergia, las terrazas o el cambio de armario. Y ante todo, no debemos olvidar que el camino del éxito pasa por grandes dosis de sacrificio, de talento, de renuncias, de profesionalismo y de pasión, y eso no lo podemos dudar de ninguna manera, insisto.
Sin embargo, hay un aspecto muy olvidado y que resulta tan crucial como determinante, y que nos implica a cada uno de nosotros, seamos tenistas, futbolistas o ciudadanos de a pie que se conforman con aprobar un triste examen. El modo de afrontar la incertidumbre, cuando la realidad se abre y nos encontramos en un escenario imprevisto e improbable, donde las planificaciones previas son papel mojado y no valen para mucho, por no decir para nada. Es en los giros del guion donde surgen las grandes historias y los roles se intercambian y emerge lo que cada uno es realmente, no en el camerino, ni en el vestuario, ni en una bonita tertulia entre periodistas deportivos. Por eso en parte atraen tanto los juegos de cartas, el deporte o la tauromaquia, porque son espacios donde la historia puede cambiar en cualquier momento y donde la razón, la programación y la big data no poseen ni mucho menos la última palabra.
Y quizás en ese agónico intento por caer de pie, por salirse del destino marcado por la estadística y por no dejarse llevar por la razón que pretende encorsetar el devenir, conviene tener en cuenta que la vida no es solo cuestión de suerte, de estilo, de idealizada perfección, de riquezas o de tesón. Y que vivir aferrados a la seguridades –como nuestro mundo nos quiere mostrar– no nos lleva más que al miedo, a la frustración y a cierta insatisfacción existencial. Más bien cada uno ha de preguntarse cómo se prepara para afrontar los distintos match ball que depara la vida, en qué se apoya para adaptarse a la inevitable incertidumbre y después, ya si se puede, ganar el partido de la mejor manera posible.