Nadie se los lee. Ni siquiera el más aplicado estudiante de Derecho se detiene a ahondar en los entresijos de los Términos y Condiciones de Uso. Probablemente para todos los que usamos un ordenador, un móvil, una tablet a diario no son más que una pantalla más, cinco segundos perdidos en buscar la casilla en la que clicar y poder seguir adelante con el registro, la descarga, la instalación… Puro trámite.

Eso debieron pensar los 22.000 usuarios de una red wi-fi gratuita en Manchester que al aceptar los Términos y Condiciones de Uso se comprometieron a dedicar 1.000 horas a servicios comunitarios en tareas tales como limpieza de parques locales de desechos de animales, proporcionar abrazos a perros y gatos callejeros, aliviar manualmente los bloqueos del alcantarillado o la limpieza de lavabos portátiles en festivales y eventos locales, entre otros. Fueron objeto del experimento de una empresa para demostrar lo fácil que es acabar sometido a cláusulas injustas.

Sin embargo, Internet sigue siendo para muchos un espacio sin compromisos. Da igual lo que aceptemos, a quién sigamos, lo que descarguemos… Eso no tiene nada que ver con su vida, sus relaciones, su realidad. Con quiénes son en su día a día. Nadie piensa, por ejemplo, que una empresa pueda obligar a realizar esos servicios, aunque lo hayas aceptado. Bueno, siendo justos no todos los aceptaron. Uno descubrió la cláusula. Perdió el tiempo leyendo los Términos, queriendo saber a qué se comprometía. Quizás estaba aburrido, o es minucioso. Quizás se tome en serio su presencia cibernética, el uso que hace de las redes.

Me gusta pensar que la idea de la empresa puede ser que te tomes en serio a lo que te comprometes en Internet, que seas consciente de que en la red también te implicas como persona y no solo como perfil. Que pienses antes de hacer clic, sea para aceptar unas condiciones de uso, enviar un mensaje o seguir a alguien en tu red social.

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