Dice el evangelista Juan que el bueno de Felipe después de conocer a Jesús, después de quedar impactado por su mirada, fue a buscar a su amigo Natanael:
– He conocido al Mesías, es Jesús el de Nazaret –le dijo.–
Natanael, joven incrédulo, de vuelta de todo, con media sonrisa respondió:
– ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?
Felipe quedó paralizado por la seca respuesta de Natanael y con la paz que sólo da la certeza profunda respondió:
– Ven y verás.
Así debe ser nuestra pastoral juvenil, una propuesta: la experiencia de encuentro con Jesús, el de Nazaret. Nuestro papel es hacer lo posible para que ese encuentro suceda, alimente, haga crecer, de sentido a la vida.
Felipe no soltó su rollo a Natanael: «me habló, me miró y algo tocó mi corazón, fue en Betsaida, también estaba Andrés y Pedro…» Felipe invitó a ir y ver. No hay otra posibilidad de encontrarse con Jesús.
Aquí está nuestro riesgo. Creer que los jóvenes deben vivir mi relato de pastoralista exalumno. Que vivan lo que yo viví hace años haciendo de lo propio el relato con mayúsculas. Con este convencimiento nos sentamos a evaluar una Pascua diciendo con rostro apesadumbrado «se está perdiendo el relato». Creer que los jóvenes de ahora han de experimentar, hacer e incluso sentir como yo hace veinte años es poner «mi» relato como criterio de evangelización. Esto me pasa, nos pasa con frecuencia y da su fruto: dificultad de renovación pastoral.
San Ignacio, sabio observador del comportamiento, nos avisa sobre este riesgo. Aquello de «no el mucho saber harta y satisface el ánima mas el gustar y sentir las cosas internamente». Esta frase va dirigida no al que hace los ejercicios sino a quien los da. Que no se pase de listo, que Dios es Dios, sabe lo que hace, que quien hace ejercicios es una persona despierta. No es necesario ponerse en medio como intermediario hablando más de la cuenta condicionando el encuentro personal con Jesús.
Un aviso que nos recuerda que la experiencia de encuentro, el relato, es cosa de Dios y no nuestra. La gran riqueza de nuestra fe está en la unión de los encuentros únicos con Dios, no en la repetición en serie de lo que yo viví de joven. Aquí tenemos una tensión más a equilibrar.
¿Propongo la tiranía de «mi» relato o invito como Felipe a ir y ver a Jesús de Nazaret?