En pastoral se nos llena la boca al hablar de «los jóvenes». Muchas veces preparamos actividades de pastoral «para los jóvenes» pero no siempre «con los jóvenes». Son actividades bien pensadas, que responden a buenos planteamientos de pastoral, desde nuestra propia espiritualidad (cada uno la suya); actividades que hace años funcionaron bien y ayudaron a los jóvenes de entonces; y, sin embargo, «estos jóvenes de ahora» no responden como nos gustaría y no son pocas las veces que hay que cancelar la actividad.
Quizá, antes de preparar y ofertar una actividad pastoral para «los jóvenes», habría que dar un paso previo: acercarnos a ellos, escucharlos, preguntarles por sus búsquedas vitales y espirituales, darnos cuenta de que les toca vivir la fe en un contexto más secularizado que hace unos años, lo que influye en sus preferencias pastorales.
Entonces, cuando nos pongamos a preparar una actividad, buscaremos la manera de conjugar los objetivos y contenidos que nos parecen más adecuados con los planteamientos, formas e inquietudes de los jóvenes a los que van dirigidas.
Este paso previo está ya muy bien, pero quizá podamos ir un poco más allá. ¿Qué tal si confiamos en esos mismos jóvenes la tarea de dar a conocer la actividad: que sean ellos quienes se encarguen de la difusión por WhatsApp o RRSS, quienes inviten personalmente a sus amigos o a sus compañeros de universidad? Y ¿qué tal si les confiamos tareas más prácticas como hacer las listas de inscritos, coordinar los viajes, asignar las habitaciones…?
Quizá esta segunda opción sea, aparentemente, menos eficaz. Pero también es posible que, si «los jóvenes» la sienten como suya, se implicarán mucho más y las posibilidades de que salga adelante serán mayores. En su encarnación, Jesús nos enseña que desde abajo y desde dentro siempre suele funcionar mejor que desde arriba y desde fuera.
León Felipe nos recuerda que «No es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo».