No soy muy de series de TV, sin embargo últimamente he visto algunos capítulos de una de las series juveniles de moda. Varias cosas me han llamado la atención, pues percibo cierta tendencia a normalizar situaciones y conflictos que, si bien son reales y no tenemos que ir muy lejos para oír o conocer casos semejantes, no se dan de manera tan cotidiana y frecuente.
Con todo ello, lo que más me ha llamado la atención es la falta de valentía de los personajes: para decir la verdad, para ser responsable de los propios actos, para ser uno mismo aunque no «encaje» dentro del grupo al que quiero pertenecer, para ser fiel, para cumplir una promesa, para conversar de lo que se vive con los padres, etc.
Me lleva a pensar si no será que la propia ficción es reflejo de la sociedad en la que vivimos y de cómo tantas veces se nos escapa que amar exige valentía. ¡¡¡Claro!!! Si el amor es un mero sentimiento, si no es más que el enamoramiento o las mariposas en el estómago que me nacen al descubrir algo o a alguien, entonces necesariamente este amor no necesita de valentía para nada. Pero si entendemos que el que no es capaz de apostar y de arriesgar por aquello que ama es que no lo ama en absoluto, inevitablemente el ejercicio de amar pide valentía. Y no me refiero a ningún gesto heroico adolescente que busca dramáticamente llamar la atención. Ya decía santo Tomás que la valentía está entre la temeridad y la cobardía. Me refiero a que para hacer lo correcto o para buscar el bien del otro suele hacer falta un acto de valentía frente a lo fácil o conveniente.
El amor da sentido a la vida, pero sabemos que aquello en lo que se encarna el amor –todo lo que nos dignifica, toda vocación, toda pasión…– está cuesta arriba y supone dificultades. Por eso todo acto de amor conlleva un riesgo, un apostar por algo sin seguridades y sabiendo que uno se expone al fracaso. Ahora que lo pienso… ¡¡¡No, no es verdad que esa serie sea reflejo de nuestro mundo!!! Porque me vienen ahora a la mente muchos momentos de gran valentía de personas que se atreven a amar la vida, o que siguen adelante en sus tareas cuando las probabilidades están en su contra, o que hacen lo correcto moralmente aunque tienen las de perder…
Me nace una sonrisa y me recarga de coraje el pensar en actos de valentía de conocidos y amigos: como esas dos religiosas que hace unos meses hacían sus votos perpetuos a pesar de no saber ni a qué se dedicarían ni en dónde; como aquella amiga que tras un terrible accidente y a pesar de los dolores diarios sigue remando para vivir en plenitud; como esos deportistas que cada día van a entrenar en el frío de la noche después de trabajar todo el día; como aquella niña que apostó por no abortar a pesar del poco apoyo familiar que tenía; como esos amigos que siguen unidos y animando fiestas con su música sin miedo a que les llamen mediocres; como tantos jóvenes que se atreven a decir en la universidad que sí que son creyentes y que para ellos Jesús es importante; como aquella artista que por amor a la literatura sigue escribiendo poesías sin que nadie las lea; como aquella pareja que se casó con un «sí» consciente de que se acercarían tormentas que tendrían que afrontar juntos; como tantos migrantes que dejan su tierra y hogar en busca de una vida sin violencias y más digna; como tantos misioneros que se sientan a la mesa de los más pobres para dejarse evangelizar…
Gracias a tantos y tantas que vencéis los miedos porque, sin duda, la valentía de vuestro amor es la gasolina que mueve el mundo.