Esta carta que hemos recibido no es teoría. Es un testimonio. Real. De dos mujeres. Creyentes. Que han querido compartir su experiencia. 

En estos tiempos, cuando nos encontramos con alguien, nos invade una sensación de incertidumbre. ¿Puedo o no tocar, abrazar, besar…? Y no será por falta de ganas, pero en nuestra mente surge la duda y el miedo, y nos paraliza.

Esta no es una experiencia aislada para nosotras, y seguramente tampoco para muchas y muchos que en su día a día frenan sus ganas de realizar gestos de cariño por el miedo a las consecuencias. Muchas ocasiones son la que paseamos cogidas de la mano, charlando y mirándonos, riendo, estando cerca para notarnos… y de repente, soltar, de golpe separarnos, alejarnos y mirar al frente para generar distancia y así, evitar comentarios, incomodidades…

Cierro los ojos, y sigo notando el vértigo que produce en el estómago esta sensación. Cuantas veces he creído que hacía lo correcto a pesar de ser lo que no nos hacía felices. He llegado incluso, mientras nos abrazábamos o mirábamos, a sentir vergüenza de mirar al espejo y pensar «esto es lo que ven otros», cuando solo se reflejaba amor. Creíamos que no era prudente, que podía ser una provocación, que nuestras muestras de cariño podían ser las culpables de la incomodidad de otros. A día de hoy, tras ocho años de relación, seguimos escondiendo gestos de afecto. ¿Dónde está el límite entre la prudencia y el miedo?

Hoy, en especial hoy que parece ser un día de valentía y libertad, muero de ganas de poder gritar al mundo que soy feliz, que somos felices, que nos amamos desde la verdad, desde el cuidado, el crecimiento y la búsqueda de plenitud. Que nuestro género no es lo que define nuestra relación, sino nuestras ganas de vivir la fe en conjunto, siendo tres porque Dios ha estado presente, desde el inicio, en nuestro camino de amor. Una vez alguien importante nos dijo, «si es de Dios, os hará crecer», y no podemos estar más convencidas de que Dios nos ha unido para que el amor crezca y se expanda.

Damos gracias a Dios por todo lo que nos ha regalado y regala, por tener una familia que nos acoge, no solo en lo personal, sino también desde la fe. Ahora, empezamos a ser conscientes de que quedarnos acomodadas en esta posición no es del todo cristiano. Es egoísta no ser valientes, ser más visibles para poder ser testimonio para otros. Sin embargo, vuelven a surgir dudas, ¿Nosotras referentes para otros? Pero… ¿Quién puede decir que nuestro amor es menos verdadero y real por el hecho de ser dos mujeres?

No negaré que surge un sentimiento de impotencia e injusticia al ver que ha tenido que pasar el tiempo para poder tener una historia que contar, una verdad que no deje lugar a dudas, que sea creíble, ante otras relaciones que ni siguiera son cuestionadas.

Respiro, conecto, escucho el silencio, y la respuesta de Dios no es para juzgarme, si no para darme fuerzas desde la gratitud. Gracias por la experiencia de poder amar, de que se ensanche el corazón y florezcan las lágrimas al sentir plenitud, gracias por estar presente en nuestra vida y sostener nuestro amor.

Sin embargo, a pesar de las ganas, hoy no gritaremos, no saldremos a la calle, aún nos queda camino por recorrer antes de vencer el miedo a sentirnos juzgadas por otros. Aún nos queda seguir preguntándonos por si es por prudencia el hecho de mostrar poco a poco y con discreción nuestro afecto para que pueda ser entendido y reconocido como verdad desde la naturalidad, o si es por miedo a las barreras de resistencia y reticencia que generan dolor.

Si estás leyendo esto, reza… Pide a Dios que se expanda el amor, que enternezca el corazón y abra el entendimiento para la comprensión desde la humanidad y no desde el juicio, para la escucha y la acogida. Se necesita la oración porque sigue habiendo personas que sienten la opresión sutil, o no tan sutil, que les lleva a negarse y no ser quienes son, de hacer lo que se cree correcto y no de vivir en plenitud, se necesita la mirada de Dios que impregna de misericordia y libertad y que permite, sencillamente, ser y amar.

Susana y Margarita

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