Quisiera escribir sobre el amor, algo sobre lo que vengo pensando y rezando mucho últimamente. Me resuena una y otra vez una pregunta, ¿por qué no intentar amar de verdad? Menuda pregunta… da un poco de vértigo tomársela en serio. Sobre todo en esta sociedad en la que parece que no puede existir nada definitivo, y sin embargo, el amor nos invita precisamente a apostar radicalmente. Porque el amor cuando realmente entra en tu vida, necesariamente tiene que descolocar, derrumbar pequeños o no tan pequeños obstáculos que le ponemos… porque la dinámica del amor no es nuestra dinámica, y mucho menos la dinámica del mundo en el que vivimos. La ‘dinámica’ del amor es un desafío constante para nuestra vida. Porque cuando ‘el amor’ aparece, empiezas a sentirte frágil, vulnerable ante la exigencia radical a la que te sientes invitado. Pero al mismo tiempo, descubres una invitación a encontrar un sentido profundo a la vida. Descubres una alegría diferente que te hace soñar con el proyecto que se te pone delante. Cuando el amor aparece descubres que la vida y la radicalidad a la que se te invita, sobrepasa abundantemente tus posibilidades de vivirlo… por eso en el amor hay que ser valientes y confiar en que podemos aprender a amar de verdad. Porque a amar se aprende, porque el amor hace que seamos capaces sin saber muy bien por qué, de apostar ‘confiadamente’ por proyectos y personas en nuestra vida de forma nueva.

Ojalá fuésemos capaces de percibir como vivir desde el amor nos hace sentir la vida de una manera especial, nos da las fuerzas necesarias para apostar por esa alegría que da sentido a nuestro día a día; apostando, en definitiva, por vivir descentrados de nosotros mismos, preocupándonos de los demás. Aunque a veces cueste, aunque la monotonía lo dificulte, aunque la vida ponga obstáculos que puedan parecer insalvables, aunque las personas cambien, aunque el proyecto parezca imposible, aunque parezca que no tiene futuro… apostamos por el amor.

Sin embargo, si de verdad somos honestos, vivir desde esta dinámica no es sencillo, pero hay que ser valientes; hay un momento de fiarse, de apostar un poco ciegamente por eso que hemos sentido radicalmente en nuestra vida como verdadero y auténtico. Porque de lo único que no podemos dudar, es que lo que hemos sentido y vivido es verdadero. Tan verdadero, que merece la pena intentar vivir cada día intensamente desde «esa experiencia del amor». Vivir desde el «silencio del amor» que me obliga a salir de mi mismo y me invita a poner diariamente en el centro al ‘otro’.

Soy muy ‘humano’, y supongo que en el amar cotidiano fallaré, dudaré, huiré… pero quiero intentarlo. No quiero dejar pasar ninguna invitación a intentar amar de verdad. Porque esta dinámica del amor es maravillosa, pero al mismo tiempo, es muy exigente y difícil de llevar a la práctica. ¿Pero dónde está escrito que la vida sea fácil?, ¿dónde se nos dice que amar sea sencillo? Es aquí donde descubro fuertemente que para ‘amar de verdad’ hay que estar un poco loco, hay que ser capaz de apostar radicalmente por algo que al principio quizás, solo intuyamos. Amar consiste en descentrarse, confiando en una intuición previa que te hace seguir apostando incluso en las mayores dudas. Quizás, para que el amor pueda crecer y multiplicarse necesita que permanezcamos ‘fieles’ en los momentos de duda, desconfianza, desolación o silencio.

Yo quiero ser valiente e intentar ‘amar de verdad’, aunque a veces duela y sea difícil. Me niego a ver como la vida pasa sin más por delante de mí. Me niego a que mi vida sea una vida más, quiero que mi vida sea inundada por la magia del amor… por esa música que hace que la vida suene diferente y merezca la pena cada día. Cuando uno ama la vida, ésta vibra intensamente, y yo quiero vivir ‘vibrando’. Quiero levantarme cada día con ganas de amar, de vivir, de aprovechar los días como si fuesen los últimos, de implicarme en los proyectos que se me pongan delante, intentando querer a corazón abierto a la gente que me rodea. ¡Seamos valientes en el amor! ¡¡Merece la pena!! ¡¡¡Atrevámonos a amar!!!

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