El mundo empieza el año con un ojo puesto en Washington, donde un grupo de radicales, más cargados de agresividad y fanatismo que de ideas políticas, han asaltado el Congreso. Y más allá de la acertadísima reflexión sobre el peligro que el populismo supone para la democracia y sobre el espejo del miedo en el que mirarnos en Europa, este hecho supone también una oportunidad de búsqueda de nuevas perspectivas.

El país del sueño americano, la nación capaz hacer la guerra en nombre de la democracia, ha sido durante años (desde siempre, para muchos de nosotros) el referente, la aspiración y la inspiración. Eso ha hecho pasar a un obligatorio segundo plano de poder, mediático y conceptual, a todos los demás países. Por eso, cuando el modelo a seguir nos sorprende para mal, nos defrauda y nos confunde, son legítimas la preocupación y casi la desesperanza. ¿Qué esperar de un mundo en el que quien nos lidera pierde control y moralidad? ¿A dónde mirar cuando quien era ejemplo se encuentra –por méritos propios– al borde de la debacle?

La buena noticia es que en los últimos meses hemos visto que no solo se pueden hacer las cosas de otra forma, sino que ya se están haciendo. Además de nuevos modelos de liderazgo que están resultando adecuados y exitosos en la gestión de crisis y de la pandemia, de los que ya hemos hablado, encontramos también países jóvenes cuya población apuesta por la vía pacífica para la consolidación de su democracia. Tal es el ejemplo de Malaui, declarado «país del año» por la prestigiosa publicación The Economist por «revivir la democracia en una región de autoritarismos».

Pese a que el recuento de votos allí sí fue manipulado y pese a que los observadores internacionales aprobaron los resultados de todos modos, los jueces de la jovencísima República de Malaui rechazaron las maletas de sobornos y, junto con la población que ha protestado de forma pacífica durante más de un año, lograron organizar nuevas elecciones. Sin corrupción, sin disparos, sin violencia, sin soberbia.

Quizás sea año, momento histórico de permitirnos nuevas perspectivas, nuevos liderazgos, nuevos modelos. Quizás sea tiempo, pues, de ampliar nuestra mirada, valorar otros esfuerzos y, sobre todo, de reordenar.

(En la foto: Lazarus Chakwera, nuevo presidente de Malaui)

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