«No quiero venganza contra los talibanes, lo que quiero es educación para sus hijos e hijas». Malala Yousafzai ha estado esta semana por Estados Unidos, donde ha dado varias entrevistas y ha estado muy presente en los medios porque era una de las candidatas al premio Nobel de la paz.

Empezó a escribir un blog cuando tenía 11 años donde reivindicaba el derecho a la educación para las niñas de su región en Pakistán, controlada por los talibanes. A los 14 fue amenazada y un talibán le disparó en la cabeza. Fue tratada en Gran Bretaña y sobrevivió. Malala está convencida de que se salvó por las oraciones de tantas personas que rezamos por ella. Y dice que Dios le ha regalado una nueva vida que ella quiere consagrar a luchar por que todas las niñas tengan acceso a la educación.

En una entrevista le preguntaron qué pensó cuando se enteró de que los talibanes querían matarla. Primero dijo que si un talibán la atacaba ella se quitaría su zapato y le pegaría. Pero entonces, dice Malala, eso le haría ser como los talibanes. Por eso Malala quiere luchar contra la injusticia por medio de la paz y la educación. También ha sido recibida por Obama, y le ha dicho que los ataques con aviones no tripulados que Estados Unidos hace para intentar acabar con terroristas –y que el mismo Obama no reconoce–están haciendo que el terrorismo se extienda y están matando a inocentes.

Esta niña paquistaní, musulmana, de 16 años, es una de la profetisas de nuestro tiempo. Sus palabras nos cuestionan y nos empujan a luchar por que todos los niños y niñas tenga una educación digna. Cuando le invitaron a hablar a la asamblea de la ONU dijo que «una niña, una profesora, un libro y un bolígrafo pueden cambiar el mundo». Amén.

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