Quería empezar el primer artículo del año hablando sobre algo ligero pero hoy me golpea una sensación horrible, a la misma vez que me llena de esperanza.

En un mismo telediario dos noticias sobre el acoso a mujeres, una en India, la otra en Egipto, pero las mismas razones: impunidad de las violaciones, leyes vacías para ellas, el silencio de sociedades machistas, pero a la misma vez la fuerza femenina y de la razón.

Según un estudio publicado en 2010 por el Centro Egipcio por los Derechos de las Mujeres (CEDM) y el UNFPA, un fondo de la ONU, casi la mitad de las egipcias declara sufrir el acoso sexual de forma diaria, y hasta un 83% lo ha experimentado alguna vez en su vida. ¿Alguien se lo imagina? En India el pasado 16 de diciembre una estudiante de fisioterapia de 23 años, Amantar, fue violada en grupo cuando iba en un autobús en la capital, Nueva Delhi, dos semanas después moría a causa de las heridas. Este es sólo un caso de miles que debido a su brutalidad está moviendo conciencias. 

A veces cuesta entender a esta raza humana, a mí sólo imaginar la vulneración de la intimidad sagrada me duele el alma. Sé que es cuestión de tiempo, lamentablemente de sacrificios, y ya pido perdón por ello, pero sé que esta revolución es imparable, porque es de justicia y porque ciertamente, y poco a poco, las mujeres a lo ancho de este mundo vamos perdiendo el miedo. 

 

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