En unas horas la selección española de fútbol disputará la final de la Eurocopa. Poco antes, Carlos Alcaraz luchará ante Djokovic por llevarse el gato al agua en Wimbledon. Momentos de máxima emoción para los aficionados y no aficionados, capaz de mostrarnos el mejor lado del deporte y sentir que con ellos ganamos todos, y también perdemos todos. 

En todos hay un deseo de ganar, ganar y ganar, como diría el bueno de Luis Aragonés. Pero antes de la final ya hay una victoria como país y como sociedad, la de anteponer el colectivo a los intereses individuales, y superar nuestros propios terruños. La de apostar por una alegría compartida. La de soñar por un horizonte común, la de entender que las banderas están para unir y nunca para separar. La de dejar las malditas ideologías y abrazar al que piensa diferente. La profundidad de entendernos con lenguajes comunes, donde todos nos sentimos representados, cada uno con su historia.

Hoy es día de emociones, de reír o de llorar, pero también de ver el reflejo de una sociedad unida, mucho mejor de lo que los políticos y las redes sociales suelen mostrar. Es la certeza de que un país, cuando tiene un gran sueño en común y lucha por algo realmente bueno, es capaz de convertirse en una gran familia y dejar las diferencias a un lado. 

Ojalá entre todos, lo sepamos hacer realidad. 

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