«… sobre la tela de una araña y como veía que no se caía fue a llamar a otro elefante…» dos elefantes… tres elefantes… cuatro elefantes… y así hasta que se cansa uno de cantar. Lo fascinante de la canción es que por más elefantes que se balanceen, la tela de araña nunca se rompe. ¡Es embriagador! La imaginación es capaz de ver como lo más evidente la conjunción de lo más incompatible, en este caso, es capaz de unir el elefante, que es lo que más pesa, con la tela de araña, que es lo más frágil y quebradizo. Así hemos vivido en España los últimos años: sumando elefantes a la misma tela de araña, dando por supuesto que iba a aguantarlos todos, por numerosos y gordos que fuesen.
El drama es que la tela de araña se ha roto y no sabemos qué hacer con esa manada de elefantes que han dejado de balancearse. Los hay que se han quebrado la pata en la caída, otros tienen hambre, otros se están poniendo violentos… pues claro, mientras se balanceaban no había problema, pero ahora… Ahora nos toca rehacer la tela de araña procurando que sea más sólida y, sobretodo, evitando sobrecargarla con elefantes; pero mientras tanto hay que asumir algo tan sencillo de entender y tan difícil de asumir como que no hay dinero y que muchas de las cosas buenas a las que estábamos acostumbrados no dejan de ser un elefante y no hay tela, por el momento, que lo aguante.