La experiencia de la desolación, a cada uno, le viene por un frente. A veces, empieza con un engaño sutil, imperceptible. Un pequeño e inofensivo caballo de Troya que cuando atraviesa nuestros muros, campa a sus anchas… y acaba por nublar nuestro cielo. Todo se vuelve gris y sin luz. Se olvidan los días claros y coloridos. La desgana nos amarra, las dudas golpean nuestras certezas y crecen los monstruos y fantasmas que nos paralizan… y así, poco a poco, no vemos más allá de nuestro ombligo lleno de pelusas.
San Ignacio ya nos advirtió de estas desolaciones. Toca coger fuerzas, confiar y hacer todo lo posible por recuperar aquellas verdades en que se sostiene la vida. Y sobre todo, recordar que no estamos solos, que Dios no se ha ido. Simplemente, estamos de espaldas.
Leiva (Monstruos)
Y que los monstruos solo están en tu cabeza
Como iluminan
Y nos brindan su belleza
Que pase la tormenta
Que no estás solo
Que estás de espaldas
Y no te das ni cuenta
Debajo de la cama
Se cuelan en tus sueños, tan rápido
Impúlsate en mis hombros
Apóyate en mi espalda
Perdona si no llega, la calma
Y los fantasmas ondean tu bandera
Y grites en el desierto
Y busques un enemigo al que ganar la guerra
Baja la guardia
Que pase la tormenta
Que no estás solo
Que estás de espaldas
Y no te das ni cuenta
Debajo de la cama
Se cuelan en tus sueños, tan rápido
Impúlsate en mis hombros
Apóyate en mi espalda
Perdona si no llega, la calma
Debajo de la cama
Se cuelan en tus sueños, tan rápido
Impúlsate en mis hombros
Apóyate en mi espalda
Perdona si no prende, la llama