Hace una semana se inauguró el belén del Vaticano, y en los últimos días ha generado muchas noticias y millones de mensajes en las redes sociales. Sorprende que el motivo de tanta mediatización sea la inclusión de las imágenes de un astronauta y un guerrero. Me recordaba a muchas familias que tienen la costumbre de montar un belén en la casa y es fácil que, si hay niños, estos incluyan en el belén alguna figura de su cotidianidad, como un muñeco a modo de pastor que participa de la adoración, o va camino de ella. Es una forma de incorporar la vida corriente a la Navidad, y no hacer de ella algo extraño por completo.
Siempre que se toma una decisión se corre un riesgo de crítica. Es más arriesgado hacer siempre lo mismo, ya sea por miedo a equivocarse, por pereza o por inercia. Porque mata la novedad del Espíritu de ese Niño cuyo nacimiento recordamos. Es más arriesgado no hacer nada que ayude a actualizar la compatibilidad del Mensaje que ese Niño trae. Porque no excluye a nadie, y tampoco a las realidades que serían inimaginables hace veinte siglos.
Los magos de oriente son un buen ejemplo de cómo se ha adaptado el mensaje a la cultura de cada momento. Su comprensión evolucionó hasta llegar a los tres Reyes Magos. Concretando el número se representaban las tres edades del hombre y las tres razas humanas conocidas en la antigüedad. Como la magia no era bien considerada en la época medieval se les añadió el apelativo real que hizo a los personajes ser bien aceptados en aquella cultura. Incluso en el siglo VI, como novedad, se les representa en un mosaico en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia).
De un modo similar, a lo largo de la historia se han adornado lugares de culto caracterizando elementos arquitectónicos, representando seres mitológicos fruto de la imaginación humana. Y siempre hubo voces críticas en la Iglesia que se manifestaban en contra de la representación de criaturas mitad bestia mitad hombre, o de los animales salvajes, y hoy nos parecen intocables. En muchas restauraciones a lo largo del mundo se han actualizado esas imágenes con motivos de la cultura contemporánea. De este modo, entre los «seres fantásticos» podemos encontrar un Alien en la abadía escocesa de Paisley, un Gremlin en la Capilla de Belén en Nantes o a Darth Vader en la catedral de Washington. También hay un fotógrafo-gárgola en la catedral de Palencia, un ángel hablando por el móvil en la catedral de San Juan Evangelista en Hertogenbosch (Holanda) y un astronauta en la Puerta de Ramos de la catedral de Salamanca.
Todos estos ejemplos, como el de este año del belén del Vaticano, nos recuerdan cuánto es tradicional comunicar de manera nueva la universalidad del Evangelio. Y nos animan a probar cada uno la nuestra.