Uno de los mejores entretenimientos y más baratos que tenemos muchos, creo que casi todos, es el de revisar el pasado. Situaciones, conversaciones, fracasos y éxitos. Volver a pasarlos por la cabeza, como en aquel capítulo de Black Mirror, y martirizarnos con lo que podíamos haber hecho o dicho mejor, o felicitarnos por lo bien que estuvimos aquella vez. Que de todo hay. Es fácil, es barato como digo y a todos nos entretiene. Fantasear con las vidas que nunca seremos. Abrir la puerta al multiverso de nuestra cabeza y perdernos un rato por él, imaginando qué hubiera sido si le hubiera dicho que sí a aquella persona aquella vez. Si me hubiera atrevido a negarme, si hubiera preferido no salir de la cama aquel día… Un sinfín de posibilidades, de escenarios que nunca serán, pero pudieron ser.
La ganadora de los Óscar, Todo a la vez en todas partes, lleva esto al terreno de la ciencia ficción, como antes lo hizo Marvel. Pelear con nuestro multiverso particular no suele conllevar, como en la película, complicadas técnicas de kung-fu o enormes aparatos y complejas tecnologías desarrolladas por Tony Stark. Pero suele ser igual de agotador.
Todo lo que pudo haber sido, pero no es, todo lo que podría ser, pero no será, pesa sobre nuestra cabeza en los ratos muertos… Vamos cargando con ello y en los momentos de guardia baja nos pueden llegar a golpear. Quizás por eso uno de los mensajes principales de la ganadora de los Óscar, sin spoilers, es que, en realidad, «nada importa». Todo ese multiverso que nos habita y en el que nos entretenemos no es real, así que deja de preocuparte por él.
Repasar el pasado y los caminos que no se abrieron o soñar con el futuro y sus posibles no nos conducirá a ningún lado, nos dicen. Y, sin embargo, sabemos que somos más que nuestro presente. Hay algo escondido bajo ese aparente entretenimiento y es reconocer la complejidad que somos, la fragilidad de lo que hemos alcanzado… y el hecho de que somos parte de algo mayor, de una historia que nos acompaña y que nos abre a horizontes que van mucho más allá de lo que podemos soñar. Esta experiencia real nos abre al multiverso que somos, si queremos llamarlo así, pero quizás no sea más que la complejidad que nos habita y que nos hace ser algo más que una línea que avanza.