Burricalvo, berzotas, colodrillo, pescuezo, cogote, cachiporra, chichón, andobas… estas palabras quizás te suenen completamente aleatorias o quizás despierten en ti lecturas olvidadas. O incluso instantáneamente se te ha puesto una sonrisa en la boca al reconocer en ellas a Mortadelo y Filemón. Uno de los cómics más exitosos y duraderos en España (y casi en el mundo) que este año cumplen 60 años de publicación.
«Vivimos tiempos difíciles para la lectura, especialmente entre los más jóvenes». Esta aseveración se ha ido convirtiendo en un lugar común al que volvemos con frecuencia los que estamos en contacto con jóvenes. A veces incluso con el orgullo añadido de decir «no como en mi época». Sin embargo, la pervivencia de historias como las de Mortadelo nos dan una visión más completa de la realidad. Quizás los jóvenes leen menos, tienen más fuentes de entretenimiento.
Sin embargo, en una entrevista que le hicieron con motivo de este 60 aniversario a Francisco Ibáñez, el creador de Mortadelo y Filemón, decía que las colas para firmar sus cómics siguen siendo de las más largas en las ferias del libro, y que quienes acuden a pedir su autógrafo son familias enteras en las que el padre, el hijo, y casi el abuelo, son auténticos seguidores de las historias de la TIA y toda la fauna que la habita. El profesor Bacterio, el súper Vicente, Ofelia… siguen poblando la imaginación y el entretenimiento de muchos.
A veces queremos que la juventud empiece leyendo a Nietzsche o a Mario Vargas Llosa. Y si se quedan simplemente en Harry Potter o Mortadelo parece que son de cultura escasa. Y es que se nos olvida de dónde venimos, el recorrido de un proceso que no puede ser instantáneo y que necesita adaptarse a la edad de cada uno y su momento vital. Celebrar el aniversario de Mortadelo y Filemón nos lleva a los propios inicios, cuando todavía niños nos fuimos asomando a mundos fascinantes y atrayentes en los que saltar de un octavo piso provocaba un chichón o una pifia en el trabajo acababa en una persecución de tu jefe con armamento pesado en medio de la ciudad.
Celebramos que un día comenzamos nuestra propia aventura de lectores y que, aunque hemos crecido, sigue habiendo un hueco en nuestra estantería para ese niño que fuimos. Para que la siguiente generación tenga una mano tendida para adentrarse en la lectura, y si se empieza con una carcajada sonora, mejor. La risa es lo mejor para engancharse a algo.