Esta nueva manera de enseñar-aprender a la que nos ha llevado el confinamiento no deja de provocar en mí muchos interrogantes. Uno de ellos, el que pongo en el título: ¿la hora de los valientes?

Todo surge de la siguiente situación. Les pongo en antecedentes: se termina un tema, se hacen ejercicios del mismo, se repasa… y llega la hora del examen. Los profesores empezamos a ponernos nerviosos: ¿cómo vamos a examinar en la distancia? ¿Cómo impedir el tan temido copieteo, ahora alentado por las circunstancias? Se proponen diversas maneras de evitarlo: preparar diferentes modelos de exámenes, usar cámara y micro (siempre con el permiso de las familias) para vigilar a los/as chicos/as en casa, hacer exámenes orales… y cada profesor vamos eligiendo aquel que creemos que va a impedir que nuestros alumnos hagan trampas. Yo elegí usar diferentes modelos de exámenes y no usar la cámara ni el micrófono, no sin antes hacerles la siguiente reflexión: que era el momento de demostrar la pasta de la que están hechos. Mi discurso fue el siguiente: «He elegido que hagáis el examen sin cámaras ni micros. Ya he hecho mi elección, y sé a lo que me expongo con ella. Ahora os toca a vosotros hacer vuestra elección. Es el momento de decidir cómo queréis aprobar: como personas honradas, dispuestas a ponerse a prueba usando tan solo las herramientas que usarían si el examen fuera presencial; o como personas tramposas, dispuestas a usar ‘las armas’ que les permitiría llegar, probablemente, a la nota a la que saben que jamás llegarían si el examen fuera presencial. Es el momento de elegir qué tipo de personas queremos ser, y asumir las consecuencias».

Bueno, mi discurso no caló en todos, porque sé de muchos que copiaron sin disimulo. Y es que un maestro/a es como una madre: conoce a sus alumnos como si los hubiera parido (al menos, académicamente), y sabe distinguir entre quien ha hecho un gran esfuerzo y el que ha hecho una gran trampa. Pero mi pregunta sí caló en mí: ¿qué tipo de personas elegimos ser cuando se nos presentan circunstancias tentadoras?

Es la hora de los valientes. Sí, la hora de elegir con qué acciones vamos a ir rellenando nuestro currículum personal, con qué formas de proceder vamos a ir definiendo nuestra persona, qué rastros vamos a ir dejando en el camino. Y tomar esta decisión no es fácil.

Hay que tener ciertamente mucho valor para elegir el camino más largo y/o tortuoso para llegar a la meta, despreciando los atajos. Hay que tener valor para querer ponerse a prueba, para descubrir quiénes somos y de qué somos capaces, para confiar que obrar honradamente es más valioso que llegar el primero a lo más alto a toda costa.

Hay que tener valor para descubrirse a uno mismo ante una encrucijada como esta. Encrucijadas que se nos presentarán toda la vida: llegar a tan deseado puesto pisando al de al lado o confiar que solo el trabajo bien hecho me hará merecedor de él; mantenerme en «la silla del poder» aferrándome con uñas y dientes, o estar dispuesto/a a desprenderme de ella si eso es lo que favorece al bien común; caminar de la mano de nuestros deseos y afanes o de la mano de Dios.

Ciertamente, esta es «la hora de los valientes». Nuevamente toca elegir, y toca ponerse frente al espejo y hacerse la tan temida pregunta: ¿quién soy y quién quiero ser?

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