¡Gracias, Iglesia! Pues sí, ¡gracias! ¿Y por qué las doy? Por la noticia con la que me he topado hoy: «El papa Francisco permitirá votar a las mujeres en el próximo Sínodo de los Obispos». Para mí y para muchas mujeres que se sienten Iglesia, esto es un gran paso adelante que demuestra el deseo de cambio que hay dentro de la Iglesia.
Me gusta pensar en las muchas mujeres que ya superaron el cliché tan recurrido de Eva como símbolo de todos los males. Mujeres que fueron conformando esa Historia de la Salvación que Dios fue haciendo realidad en el largo discurrir de los tiempos, con esa lenta seguridad con la que actúa. Mujeres como Sara, Rut, Ester o Judit, que fueron fieles a la promesa. O mujeres contemporáneas a Jesús, como Marta y María, María Magdalena, María la de Cleofás, la samaritana… mujeres que, sin lugar a dudas, estuvieron a la altura de los propios apóstoles desde el silencio, la fe y la generosidad. O mujeres como aquellas de las que habla Pablo, como Lidia, Cloe, Prisca… que ayudaron valientemente a la expansión del cristianismo. Y, cómo no, hablo de María de Nazaret, escogida por Dios para ser seno y puerta de salvación.
También pienso en muchas otras mujeres cuya palabra en la Iglesia fue única y necesaria. Pienso en Etty Hillesum, Teresa de Calcuta, Hildegarda de Bingen, Edith Stein, Josefa Segovia o mi querida y admirada santa Teresa de Jesús. Tantas y tantas mujeres de Iglesia valiosísimas, que marcaron camino y pensamiento. Tantas que no cabrían en este artículo.
La Iglesia, como tantos otros estamentos, ha sido siempre parte de un contexto histórico determinado, respondiendo a unos cánones que a muchas nos cuesta entender. Pero hoy ha dado una luz, ha comenzado a andar hacia una dirección nueva. La voz femenina tiene el sitio que reclamábamos, aunque ésta nunca nos ha faltado en el pasado. Recuerdo todos los nombres citados antes: nunca callaron, nunca dejaron de evangelizar a pesar de las resistencias de los tiempos, de la dureza con la que muchos las juzgaron y trataron. Hoy, quizás por todas esas voces, ya tenemos también voto.
A lo mejor, a muchas personas les sale hoy la protesta por esa tardanza y lentitud de la Iglesia; o la recriminación por tanto no hecho por y para las mujeres; o por la marginación sufrida. Pero hoy también, por lo menos a mí, me sale otra voz. Es la de Jesús a la hija de Jairo: «Talita kum. Muchacha, a ti te digo, levántate». Con esa voz y con esta esperanza me quedo.