En su obra La genealogía de la moral: un escrito polémico, Friedrich Nietzsche se refiere al peligro que supone la transvaloración de los valores que se atribuyen a las palabras. En los últimos años estamos acostumbrados a recibir constantemente información acerca de la crisis climática y si nos fijamos en los términos con los que a menudo se refieren a ella podemos observar cómo en detrimento del término «ecología», en los últimos tiempos se utiliza más a menudo el concepto de «medioambiente».

Si cuando hablamos de medioambiente nos estamos refiriendo al contexto que nos rodea como seres vivos, la palabra ecología nos acoge dentro de sí misma; la ecología es etimológicamente el estudio de la casa, de la casa común, de nuestra casa.

En estos días en que diversos mandatarios mundiales se han reunido en Dubái para abordar las problemáticas que supone la crisis climática, Dios nos invita a recordar uno de sus más antiguos dones: la creación, nuestro hogar. La Tierra nos recuerda cada día que somos parte también de la creación y que, a través de sus formas y materias podemos encontrar a Cristo encarnado.

Desde la humildad que nos confiere ser hijos amados de Dios, admirar y respetar nuestra casa común es admirarlo a Él, que habita toda la realidad.

 

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