Hace unos días le regalaron a mis suegros un postre que se llama tocinillo de cielo. Es un postre que lleva caramelo como el flan. Realmente estaba riquísimo.

A la hora de fregar, el caramelo se había pegado en los platos. No era capaz de limpiarlo y giré el grifo hacia el agua caliente y automáticamente el calor derritió el caramelo.

Mientras observaba esta escena pensé que hay muchas situaciones de la vida que parecen imposibles de resolver o sin salida por estar enquistadas (igual que el caramelo pegado), pero pueden mejorar si les aplicamos un poco de calor (como a los platos) en forma de compasión, de entrega, de complicidad, de servicio, de tender la mano y de crear puentes.

En situaciones difíciles apostemos por acciones humildes y sencillas que favorezcan buscar salidas creativas y evangélicas.

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