Japón parece que acaba de crear el ministerio de la soledad. No es nuevo (ya el Reino Unido impulsó hace unos años una dirección general sobre el tema). Pero es cierto que con la pandemia se ha disparado la soledad, y también se ha disparado la conciencia de hasta dónde alcanza. Pero no es solo Japón. También ocurre en estas latitudes. ¿Y por qué crear un ministerio? Pues porque los ministerios, efectivamente, deberían estar para intentar solucionar problemas sociales (no para crearlos). Se me ocurre pensar que, si nos pusiéramos a hacer algo semejante aquí, haría falta fundar o refundar algunos ministerios para que de verdad solucionasen problemas. Solo por poner algunos ejemplos: ¿No va siendo hora de un ministerio de educación que de verdad se centre en la calidad de la educación, herramienta fundamental para una sociedad donde la libertad, el respeto, la igualdad de oportunidades, los valores y la búsqueda de la verdad son necesarias? Mucho más que la violencia, la intolerancia, la desigualdad sostenida, la falta de ética y la ficción histórica convertida en verdad a la carta. No estaría mal tampoco crear un ministerio de comunicación que, al contrario que los aparatos propagandísticos más propios de novelas de Orwell, garantizasen una comunicación veraz y libre. Para ello tendrían que velar más por la libertad y la calidad de los entes de comunicación públicos que por encadenarlos y convertirlos en altavoces al servicio del amo. Vano intento, gobierne quien gobierne. Un ministerio de la tolerancia se va haciendo cada vez más necesario, en un mundo donde la intolerancia se disfraza de nombres muy épicos, y donde la violencia –en nombre del respeto– cada vez ocupa más ámbitos de la vida. En este ministerio, al menos una secretaría de estado debería ser para la comprensión del hecho religioso y su importancia en vidas y culturas. Voy a lanzarme también con un ministerio del tiempo. No tiene nada que ver con los viajes al pasado de la serie de televisión del mismo nombre. Su misión fundamental sería salir de la tiranía de lo inmediato. Andamos muy escasos de largo plazo. Y, sin embargo, el largo plazo le da a la vida perspectiva. En cuanto a la libertad, tan necesaria –y cada vez más amenazada por ignorancia y populismo– aquí, como estoy diseñando un gobierno que nunca va a ser, me lanzo con un brindis al sol: la creación de un ministerio de lectura (ya sé que hay quien dirá que basta con una dirección general). Porque es todo lo contrario al «pan y circo». En una época donde parecemos habitantes de las naves espaciales de Wall-E (para quien no lo sepa, humanos pasivos enchufados a un entretenimiento constante), la lectura puede ser una herramienta de resistencia, una forma de armarse intelectualmente, para no ser presa de vendedores de eslóganes, y un camino para el crecimiento personal y colectivo.
Pero nunca seré presidente.