Este ensayo de Tony Judt es, sobre todo, una invitación a pensar. La postura del autor queda clara en sus páginas: clama por una reivindicación de la socialdemocracia como forma de hacer frente a los excesos de un mercado desregulado -que, dice, conduce a una abismal desigualdad que al final es insostenible-, y como alternativa a un colectivismo que se ha demostrado ineficaz. Defiende, también, una orientación moral de la vida pública. Critica, por el camino, los falsos progresismos, los infantilismos de la izquierda, el egoísmo como sistema promovido durante las dos décadas anteriores a la crisis. Denuncia la facilidad con que las sociedades occidentales hemos aceptado el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Y clama por una intervención razonable del Estado, que ha de redistribuir los frutos del crecimiento, donde lo haya. Es curioso porque un discurso semejante, ideológico y bien definido, suena a nuevo en esta época en que estamos acostumbrados a ocurrencias políticas, a proclamas que son caricaturas de proyectos; cuando los líderes se dicen de derechas, o de izquierdas, pero en realidad dan bandazos…
Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las ideas y propuestas del autor. Pero lo importante es que invita a formarse, que invita a pensar, y que invita a posicionarse. Tres actitudes imprescindibles hoy en día, cuando muchas tendencias nos conducen a lo contrario, a vegetar. De ahí el recomendar lecturas de este tipo. Que no falte lo que pueda estimularnos e invitarnos a comprender nuestro mundo.
«Sabemos qué cuestan las cosas, pero no tenemos ni idea de lo que valen» (p.17) «Si no podemos confiar en que los banqueros actúen con honestidad, ni en que los agentes hipotecarios digan la verdad sobre sus préstamos, ni en que los reguladores públicos denuncien a los hombres deshonestos, el propio capitalismo acabará paralizándose» (p.49) «¿Cómo podemos enmendar el haber educado a una generación obsesionada con la búsqueda de la riqueza e indiferente a tantas otras cosas?» (p.50) «La libertad es la libertad. Pero si conduce a la desigualdad, la pobreza y el cinismo deberíamos decirlo con claridad en vez de ocultarlo bajo la alfombra en nombre del triunfo de la libertad sobre la opresión» (p.143) «Tendremos que plantearnos de nuevo los eternos interrogantes, pero estar abiertos a respuestas diferentes» (148)