¿Has tenido la oportunidad alguna vez de echar una mano en algún huerto o participar en alguna actividad que te acerque de primera mano a la tierra, de donde procede todo lo que nos sostiene? Una escuela donde aprender a mirar y saborear lo que disfrutamos de otra manera.

Junto a la tierra,  están los rostros de los campesinos y campesinas que la conocen y la trabajan: las arrugas en el rostro dibujando las sonrisas de los más ancianos, la tez negra de aquellos cuyo origen está al Sur del Sáhara, o la tez almendrada de las tribus originarias del Amazonas, las mayores protectoras de la Casa Común.

Tener esto presente me ayuda a reconocer con mayor profundidad el significado del pan y el vino que ofrecemos en cada eucaristía: “Te presentamos, Señor, este pan y este vino, carente para muchos, fruto del sudor de tantas personas anónimas agachadas sobre la tierra, determinado por las leyes de la economía y las políticas competitivas, transportado con energía sufragada por el esfuerzo de nuestro planeta, regalo de esta Casa Común que Tú has puesto en manos de la humanidad… Te pedimos que este pan y este vino, estas carencias, este sudor, estas leyes, esta energía y esta Casa Común, hoy, sean para nosotros pan de Vida y bebida de Salvación.”

Compartir, tocar, mirar, agradecer y rezar la tierra así me ha hecho aún más sensible y más crítico con el consumismo, y me ha despertado más preguntas ante las cosas que compro: primeramente, al valorarlas más y reconocer que son mucho más de lo que yo llego a pagar con unos céntimos o unos euros; segundo, al ver el costo que tienen para la naturaleza, de la que dependemos y hacia la que debemos de ser responsables de su cuidado; y tercero, al evidenciarse las injusticias graves de las que es cómplice este mercado y esta economía donde son cientos de millones los que no tienen y los que sostienen sobre sus vidas y sus pueblos el que sea posible que unos pocos nos atrevamos a continuar consumiendo sin límite.

Esta economía mata, como dice Francisco, y yo no quiero seguir mirando a otro lado como si esto no tuviera nada que ver conmigo. Necesitamos recuperar la austeridad, para aprender a valorar las cosas, para ser responsables con el ritmo de la naturaleza y para ayudar a los que menos tienen: que el poder adquisitivo no nos ciegue de cosas.

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