Tres víctimas mortales y tres desaparecidos en Toledo. Y a pesar de ello la sensación general ante el mensaje recibido por los ciudadanos de Madrid y de Toledo avisando de los riesgos de la DANA ha sido la siguiente: ¡qué exageración, si al final no ha pasado nada! Está claro que desde los barrios, las casas a prueba de inundaciones, y las valentías inquebrantables, el aviso ha sido una exageración. Sin embargo, preguntémonos de cuántas víctimas estaríamos hablando si ese mensaje no hubiera llegado. O preguntémonos qué habría pasado si realmente la tormenta hubiera descargado en Madrid y no hubiéramos estado sobre aviso.
Ante esta situación creo que podemos extraer dos conclusiones. La primera es cómo reaccionamos ante la desgracia ajena. A pesar de haber habido víctimas mortales, aquellos que no han sentido la tormenta en sus pieles reaccionan diciendo que no ha sido para tanto. ¿Acaso tres vidas no son para tanto?
De este preguntarnos y ser conscientes de la desgracia ajena creo que podemos sacar una segunda conclusión sobre nuestra vida de fe. Cuantos mensajes hemos recibido sobre la tormenta que significa Dios en la vida de otros. Una tormenta que rompe los esquemas y que cambia las vidas de la gente. Sin embargo, cuando no sentimos en nuestras propias carnes esa tormenta, cuando la aridez llega a nuestra vida surge la misma respuesta que ante el aviso de la DANA: no es para tanto. Sí, sabemos que Dios ha pasado, pero nos convencemos de que ha pasado de refilón; y en nuestras vidas a prueba de inundaciones nos resguardamos de él.
Dejémonos empapar, aprendamos y busquemos a aquella gente a quien la tormenta ha sacudido y ha cambiado sus vidas para caer en la cuenta de que tanto la tormenta como Dios sí que son para tanto.