¿Dónde está Dios en medio del horror de la DANA? Los hay que lo preguntan con tristeza, otros con rabia y algunos con un escepticismo que solo busca la provocación.
Es entonces cuando empiezan a desfilar respuestas que más que al Dios de Jesucristo, parece que hacen referencia al Dios de Harry Potter. «Es que Dios nos ha mandado un diluvio para que nos concienciemos del cambio climático»; » es que mientras caía el agua nadie rezaba para que dejara de caer…” Los hay menos tremendistas: “Dios está en la generosidad de los voluntarios.» Esta no es una respuesta mágica como las anteriores, pero es una respuesta facilonga y buenista para salir del paso airadamente.
No seré yo quien diga que Dios no está detrás de cada una de las palas que han salido a la calle durante estos días por Valencia, ni tampoco quien aplauda nuestra pésima actuación con un planeta que ya nos está pidiendo cuentas. Pero, si Dios está en los voluntarios, ¿dónde estaba mientras caía el agua? ¿Acaso dormía? ¿Fue toda esta tragedia un descuido tonto del Creador?
Los cristianos no deberíamos ofrecer respuestas prefabricadas nunca, pero menos aún en una situación tan delicada como esta. Dios es un Misterio. Un Misterio que se ha encarnado pero que no por ello deja de ser un Misterio.
Somos la generación de la Inteligencia Artificial y de los drones. ¿Cómo no vimos venir esto? No soportamos darnos cuenta de que nuestro lugar es el de criaturas, no el de Creadores.
Buscamos culpables, pero en el fondo todos sabemos que ni Sánchez ni Mazón son responsables de esto. Se podría haber gestionado mejor, pero ninguna decisión suya hubiera evitado la tromba de agua. De repente tenemos que aceptar que no lo sabemos todo, que no lo podemos todo. Que nos vamos a morir y que es descaradamente cierto que no sabemos el día ni la hora (ni las condiciones…).
Lo de Dios es un Misterio, y ante el misterio solo cabe callar y acoger. A veces con gozo y otras veces con un dolor que alcanza lo más profundo de la entraña. Para los cristianos es el tiempo de sostener el silencio y arrimar el hombro. Es hora de mirar a María al pie de la cruz y aprender de su silencio que permanece y acoge solo por amor.