«No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente» remarca San Ignacio de Loyola al comienzo de sus Ejercicios Espirituales. Esta anotación, más allá de ser un gran consejo para todo aquel que se dispone a dar o hacer ejercicios, tiene mucho que decirnos hoy, mucho a lo que invitarnos.
Frente a una oración excesivamente rígida y metódica, sentir y gustar.
Frente a la urgencia y el piloto automático, sentir y gustar.
Frente al ansia por conocer y descubrir, sentir y gustar.
Frente a la exaltación y búsqueda de la eficiencia y la productividad, sentir y gustar.
Frente a la invitación a consumir, acumular y experimentar por experimentar, sentir y gustar.
Frente a la nube de información y estímulos que se cierne sobre nosotros, sentir y gustar.
Aspiremos a ser capaces de saborear. A dedicar tiempo de calidad. A pasar la vida por dentro y permitir que las cosas dejen su huella en nosotros. A ir a lo profundo. A acoger los tiempos de encuentro con Dios. A alcanzar ese conocimiento interno que se da en el corazón, y, desde ahí, a sentir y gustar las cosas internamente, para así satisfacer el alma y dar sentido a nuestra vida.