San Ignacio, al final ya casi de su libro de Ejercicios Espirituales, invita al ejercitante a «contemplar para conseguir amor».

Después de un recorrido de varias semanas, nuestro santo de Loyola sugiere un precioso ejercicio de contemplación, que consiste en dejar descansar la mente, la imaginación, la memoria, para dar paso a la mirada. Se trataría de dejar que toda la creación, con sus maravillas y sus sorpresas, entre dentro de mí «por los ojos» y me transforme el corazón. Es una invitación a estar bien atento, para que lo contemplado invada al ejercitante y le desborde con tanta belleza redescubierta.

¿Contemplar para conseguir amor? En realidad, el texto no dice exactamente eso, sino que la expresión de san Ignacio es «contemplar para alcanzar amor». La diferencia no es banal, porque no es lo mismo conseguir que alcanzar.

Conseguir tiene una dimensión de conquista, de esfuerzo por lograr algo… que trae finalmente como consecuencia su posesión. El que consigue algo lo puede exhibir como trofeo, porque es un éxito que merece ser reconocido e incluso aplaudido. Lo conseguido se almacena, se acumula, se añade a la lista de lo ya ganado anteriormente.

Alcanzar siempre será un «tocar con los dedos», un acercarse sin poder dominar, un encuentro que no quita nada a nadie. Se alcanza una cima después de una larga ascensión, y después de celebrar la hazaña tras culminar la ascensión, se retorna de nuevo al punto de partida, tan ligero de equipaje como en el momento de partida.

San Juan de la Cruz dirá que «tras un amoroso lance y no de esperanza falto, volé tan alto tan alto, que le di a la caza alcance». También en un contexto de amor, san Juan entiende que la búsqueda de Dios no es sino un alcanzar el objeto amado, no para poseerlo, sino para unirse a él. Todo lo que le interesa al santo es la búsqueda del amor divino, la unión de amado con amada, pero no su posesión o su intento de dominio.

Alcanzar según la RAE es llegar hasta donde está una persona o cosa que va delante en el tiempo o en el espacio. San Ignacio cree que a estas alturas de los Ejercicios Espirituales Dios se deja alcanzar por el ejercitante, que ya estaría capacitado para ese encuentro amoroso y unitivo con el Creador que ha estado deseando desde que inició su experiencia.

 

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