«En tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46)
No sólo el día de la muerte, sino cada día. En este mundo que en todo busca seguridades, que en todo quiere tener salvavidas. En este mundo que me invita a tener siempre cubiertas las espaldas, quiero arriesgar, apostar por ti y tu proyecto y tu Reino.
Quiero saberme confiado, atravesar tormentas o espacios serenos, sintiendo que en tus manos voy protegido. Que tus manos curan, acarician, sanan, acunan, sostienen… firmes y tiernas a la vez.
- ¿Qué está cumplido en tu vida?
- ¿Qué huellas vas dejando en los corazones de los tuyos?
- ¿Qué vas construyendo?
- ¿Te lleva alguna vez tu fe a correr riesgos?
Para leer:
Despedida
Quizás, cuando me muera,
dirán: Era un poeta.
Y el mundo, siempre bello,
brillará sin conciencia.
Quizás tú no recuerdes
quién fui, mas en ti suenen
los anónimos versos
que un día puse en ciernes.
Quizás no quede nada
de mí, ni una palabra,
ni una de estas palabras
que hoy sueño en el mañana.
Pero visto o no visto,
pero dicho o no dicho,
yo estaré en vuestra sombra,
¡oh hermosamente vivos!
Yo seguiré siguiendo,
yo seguiré muriendo,
seré, no sé bien cómo,
parte del gran concierto.
(Gabriel Celaya)