Nada, ni siquiera las despedidas, es normal ahora. Pero hay que encontrar el camino y el modo para decir adiós. Como este…

Querido… 

Qué raro está el mundo sin ti. 
Tan raro, que todavía no sé si lo que está sucediendo es verdad; 
o si cuando esto acabe, tendremos que pellizcarnos unos a otros para comprobar si no fue todo más que un mal sueño.

Un desgarro me parte alma. Un vacío inunda mi corazón.

Ya eras mayor. Pero, aun así, te fuiste antes de tiempo.

Busco dentro de mí, y me encuentro lleno de ‘ojalas’. Ojalá…
Haberte mirado a los ojos para despedirte.
Haber sostenido muy fuerte tu mano para que me sintieses cerca.
Haberte dicho mejor cómo te quiero, darte las gracias, pedirte perdón.

Le pido al Señor…

Que las lágrimas rieguen una tierra nueva que se abre al misterio de la Resurrección.
Que la falta de despedida se torne en un continuar juntos de otra manera.
Que la ausencia se transforme en un silencio habitado por tu presencia.

¿Por qué ibas a estar fuera de nuestra mente?
¿Simplemente porque estás fuera de nuestra vista? ¡Qué ingenuo sería pensar eso! 
En este tiempo Pascual te tengo aún más presente.
Tengo la certeza de que, igual que sufriste la muerte con Jesús, también resucitarás con Él.
Y cuando ya estéis juntos, quiero sentir cómo nos acompañas.

Quiero poder mirar al cielo y decirte con orgullo que sigo viviendo, feliz, porque creo en su mensaje.

 

Pati Guerrero y Manu Santamaría

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