¿Cómo vivir las relaciones con otras personas sin caer en el infantilismo ni la inmadurez? Habrá que empezar por no vivir obsesionado con ser el protagonista de la vida de los otros ni buscar ser el centro de atención. Es verdad que hay momentos en los que es bueno dar un paso al frente y convertirse en líder, ayudando y guiando a otros. Sin embargo, la persona madura se sabe prescindible. Sabe que su contribución es importante, pero el hecho de que quizás mañana no esté presente le hace flexible, comprensivo y dialogante. Así, no hace a los demás dependientes de él, sino que busca sacar lo mejor de otros, y cuando llegue el momento oportuno, se retira sin grandes despedidas ni lamentos. Acepta a los demás como son: no se compara, sino que se alegra con las cualidades de los demás y ayuda a crecer en los defectos. Si en la madurez personal decíamos que el sentido del humor es importante, la persona madura en sus relaciones se ríe de sí mismo con otros, y eso le ayuda a llevar con garbo sus defectos. Las personas maduras suelen ser grandes amigos.
La persona madura en sus relaciones asume que la vida se parece a una peregrinación en la que son muchas las personas importantes con las que comparte camino; con unas más tiempo y con otras menos; unas veces ayuda y otras es ayudado; pero de todos sus compañeros de camino siempre aprende algo. Como buen peregrino, sabe que al final él es quien da el siguiente paso y que nadie caminará por él. Agradece enormemente la presencia de otros en su vida como regalo de Dios, pero no hace depender sus decisiones de los demás. La persona madura, en definitiva, es una persona libre de presiones sociales