Sin llegar a extremos, a todos nos gusta tener nuestra casa, nuestra habitación, nuestro lugar de trabajo, limpio y con cierto orden. Otra cosa es si nos gusta más o menos ponernos a ordenar o si preferimos procrastinar o esperar a que otro lo haga por nosotros. Para este segundo grupo Netflix nos pone la solución en bandeja con el nuevo programa dirigido a la youtuber Marie Kondo. Kondo se hizo famosa por sus métodos para ordenar ropa y aprovechar espacios. Su máxima es sencilla y suena bien. Ordena tus casas, deshazte de las innecesarias y serás feliz, lo tendrás todo bajo control.
En estos días se ha convertido en un tema recurrente en las redes por decir en su recién estrenado programa que en tu casa no deberías tener más de 30 libros. El resto son innecesarios. Y aquí es donde muchos se han plantado. Porque una cosa es aprovechar mejor el espacio en los cajones y otra muy distinta tener que desprenderte de tus libros. Aunque otros siguen defendiendo a Marie Kondo sin fisuras. Tenerlo todo bajo control implica soltar lastre. Tiene lógica.
Los que nos movemos en el mundo de la espiritualidad ignaciana a veces tenemos una meta bien definida, que es parecida: tener ordenada nuestra vida. Ordenada a un fin, a Dios, a la propia vocación y felicidad… Porque somos conscientes de que vivimos en el desorden. Y aquí está la diferencia. La intuición ignaciana pasa por ordenar(te) para un bien mayor, igual que Marie Kondo. Pero consciente de que el desorden es parte inevitable de la vida y que no supone el fin de tu vida.
El peligro de los consejos de Kondo pasa por supeditar tu felicidad a que todo esté en su sitio y bien colocado. Por supeditar tu felicidad a que no exista en absoluto desorden en tu entorno, a que lo tengas todo bajo control. Y eso, ya lo sabemos, es imposible.
La vida está llena de desorden. De personas que van y vienen. De planes que se frustran y de planes que surgen inesperados. De cosas que se rompen, y otras que llegan nuevas. Es más importante prepararse para el desorden, para los imprevistos. Para convivir con lo que no sale bien. Sabiendo que tu felicidad es algo mayor, que no está sometida a que las camisetas estén colocadas por escala cromática.