
Tu voz dentro de mí
«Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Entonces le fue dirigida la palabra de Yahvéh, que le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?”» (1Re19)
Puede ser tu voz la que me envuelve cuando, en el silencio, siento que no estoy solo. Cuando se estremecen mis entrañas por ver la imagen dolorosa de alguien que sufre, y en mi interior resuena: “es tu hermano”. Esa emoción que en algunos momentos me embarga al pensar en tu evangelio. La inquietud que me impide cerrar los ojos ante el mal, aunque a veces quisiera hacerlo y olvidarme de todo. La alegría sencilla que, a ratos, hace que se disipen los nubarrones en que yo mismo me sumo. Tu presencia que me acompaña. Ese espíritu que me da fuerzas cuando estaba a punto de rendirme.
¿Alguna vez siento a Dios, presente, desde mi silencio?
¿Tengo en mi vida espacios para rezar?
Un hombre pregunta (II)
Le tienes en la lengua cuando cantas
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está
esa curiosidad es Dios,
que camina por tu sangre amarga,
en los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas,
ahí está Dios, en ti,
pero tienes que verle tú,
de nada vale quién te le señale
(…)
Dios está en eso tan sin nombre
que te sucede cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga que Dios está
en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre
que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquellos, y te empeñas en nada,
si sin por qué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.
(Gloria Fuertes)