Gestos que transparentan a Dios

«Y entró para quedarse con ellos.  Se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron; pero él desapareció de su lado» (Lc 24, 29-31)

Entonces le reconoces en gestos  que hablan de él. Y parece que una luz distinta ilumina todo. Le reconoces en las vidas compartidas, y en las caricias auténticas, en las palabras que se abren paso hasta llegar al corazón, y hablan de amor, de justicia, de esperanza. Le reconoces en la entrega gratuita. En la canción que te incendia por dentro. En el hombre golpeado que no se rinde. En la mujer que se sobrepone a la adversidad y sonríe con fe inquebrantable. Lo reconoces en las personas que viven bendiciendo (bien-diciendo)… bendiciendo a otros –que es hablar bien de otros…– Le reconoces en quien da (y se da).

¿Qué gestos, qué rostros, qué historias en mi vida me hablan de un Dios cuyo evangelio tiene la última palabra?

Resurrección

 

Esta noche sedienta yo me he preguntado

quién eres y quién eres.

Porqué es triste tu carne como un leño apagado

y porqué tienes llena la boca de alfileres. 

Y despacio, esta noche yo te he separado

como un árbol de amor, de las demás mujeres,

y haciendo de mi sangre un agua he bautizado

con ella tus angustias y placeres. 

Y le he dicho a la muerte que no puede matarme!

Y le he dicho a la vida que no puede vencerme!

Y le he dicho a la tierra que si logra enterrarme,

a donde ella me entierre tú irás a recogerme!

Y le he dicho a la nada que si logra apagarme,

tú, con tus grandes besos, volverás a encenderme!

 

Jorge Debravo

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