No es ningún secreto que tanta nueva tecnología está cambiando la forma de relación con nuestro entorno, hasta el punto de dudar si preferir lo real frente a lo tecnológicamente mediado. Los fanáticos de Matrix diríamos ¿Pastilla roja o azul? ¿Despertar a una realidad cruda y cuestionadora o seguir en un sueño digital, falso pero perfecto a los sentidos? Sí, ya sé que exagero, pero el tema está ahí. 

Apago despertador. Enciendo radio. Enciendo ordenador. Enciendo móvil. Salgo de la ducha y ya están llegando los correos electrónicos y mensajes. Bajo a desayunar y leo la prensa. Al mediodía veo las noticias en televisión. Los programas de mensajería instantánea están encendidos gran parte del día, pudiendo llamar y ser llamado desde los lugares más inverosímiles del planeta… ¿no te suena ni un poco este “ritual de conexión”?  Al final, si soy honesto la mayor parte de la información que recibo es a través de los medios y, sobre todo, gran parte de mis interacciones con otros son mediadas por tecnología.

No quiero ahora hacer una proclama a modo “hippie” acerca de la vuelta al estado original y promover una exaltación de lo natural por encima de tanta conquista tecnológica que sin duda nos ha hecho mucho bien, pero tampoco quiero obviar que tanta “mediación” nos está separando de la realidad y generando un efecto “pantalla” que adormece, abruma y atonta. Es cierto que hoy podemos mantener una cantidad de relaciones y contactos que otrora sería imposible ni soñarlos… pero también es cierto que a mayor número, menor es mi implicación personal. Y es que la relación mantenida a base de correos electrónicos tiene unos límites evidentes impuestos por una comunicación textual de breves contenidos… que un rato de chat no equivale a un café tranquilo viéndote la cara y saboreando tus gestos… que una llamada al móvil no sustituye un buen paseo, aunque fuera en silencio…y no estoy negando las enormes posibilidades de estos medios, simplemente me preocupa la calidad y hondura de nuestro contacto con los demás. 

Quizá tengamos que aceptar que estamos ante un nuevo modelo de socialización y un cambio radical en los modos de relación, pero yo, por ahora, sigo optando por la pastilla roja y todos los días procuro, al menos durante unas horas, estar “fuera de cobertura”.

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